Reseña: La Guerra de los Mundos

¡Bienvenidos, supervivientes!

Esta semana os traigo la reseña de La guerra de los mundos, de H. G. Wells, la obra de mayo para el Club de Lectura de Sinopsis Compartida.

Hace bastante tiempo que leí la obra de Wells. Por eso, que esta obra tuviera un prólogo me atrajo especialmente. Los prólogos, cuando son buenos, sirven para conocer al autor, su obra y, sobre todo, las circunstancias de su vida que lo condicionan todo. Es por eso que, en ningún caso, se puede separar la vida de la obra. Sin una no se entiende la otra.

Es Nicolas Casariego, el encargado de hacer el repaso y resumir al autor inglés, que parece, tuvo una vida bastante prototípica.

Sin nacer en la abundancia, pues era de familia humilde, llegó a una posición ciertamente acomodada que le permitió dedicarse a la escritura. Logró lo que muchos autores desean, pero pocos logran, el reconocimiento en vida de su valía por lectores y crítica. De pequeño se rompe una pierna y aprovecha estar postrado en cama para leer. Así, como un Alonso Quijano inglés, no cae en la locura, sino en el ansia de la lectura. Y de ahí, pasa a crear. Una historia que se ha convertido en un tropo habitual.Tras sorprender con La máquina del tiempo en 1895, publicó El hombre invisible, La visita maravillosa y La isla del Dr Moureu. El padre de la ciencia ficción convertía todas sus obras en éxitos. Y en 1898 llegó, por fin, La guerra de los mundos, que años después, Orson Welles convertiría en inmortal.

A pesar de su posición acomodada o quizás precisamente por ella, Wells siempre tuvo muy en cuenta a los que no eran tan afortunados como él. Su obra está llena de denuncia social sobre esas situaciones. Como es el caso de esta novela, una crítica descarnada al militarismo en una época en la que Reino Unido aun tiene importantes intereses en las colonias. Las autoridades y ese belicismo inútil, que solo trae destrucción y nada bueno, son aquí despreciados a través de la metáfora de los marcianos que buscan en nuestro planeta lo que no encuentran en el suyo.

Insiste Wells en compararnos con animales indefensos frente a una fuerza, e inteligencia, muy superiores. Lo hace en la primera página, diciendo que somos como seres microscópicos estudiados desde más allá de la bóveda celeste, pero vuelve a repetirlo a lo largo del libro en diversas ocasiones. Esa superioridad frente a la que no se encuentra solución y cuya victoria parece anunciada es la idea de toda la obra.

Esta relectura me ha llevado a analizar los muchos paralelismos entre la obra y nuestra situación de pandemia global. La crisis de los marcianos y la del COVID 19 se parecen tanto que, leyendo algunos fragmentos, daban la sensación de estar escritos hoy. Nos encontramos actitudes beligerantes, como si un virus pudiera ser vencido a tiros; una primera sensación de incredulidad, para pasar al miedo después; sentimientos patrióticos inflamados, aunque el virus -y los marcianos- no entienden de fronteras… Y mucho cuñado, dedicado al noble arte de arreglar el país sin tener idea de gestiones de crisis. Pareciera no que Wells nos estuviera alertando del futuro, sino avisando de que a lo mejor no íbamos a cambiar tanto como queríamos.

Toda la humanidad y, más concretamente, sus debilidades, son aquí expuestas y criticadas. El egoísmo, la avaricia, la cobardía, el morbo… Todos los personajes que aparecen representan algún pecado que Wells disecciona sin piedad. Es su propio protagonista una víctima más, en vez de un héroe, de aquello que trata de contarnos. Por ejemplo, cuando queda encerrado bajo una casa medio derruida por los marcianos, aprovecha un hueco para observar con deleite a los marcianos. Es en esta escena donde se nos ofrece la mejor y más precisa descripción de ellos. El protagonista, y el párroco con el que se encuentran, se turnan para mirar, pues el morbo es más fuerte que el temor a ser descubiertos.

Finalmente, tras mucho coste, la humanidad se salva, pero no lo hace por su propia mano, sino con la ayuda inestimable de su más vieja amiga. Es la naturaleza, la Madre Tierra quizás, la que expulsa a los marcianos de nuestro planeta. Sin ellos saberlo, unos seres microscópicos, más allá de su comprensión, tremendamente débiles, pero sin embargo, tremendamente eficaces en su trabajo. Unos seres invisibles acaban con la invasión.

Ganamos, sobrevivimos, sin hacer nada.

Hoy no es así. Podemos hacer cosas. Nos hemos quedado en casa por nosotros y por el resto. Nos ponemos mascarilla por nosotros y por los demás. Sigamos avanzando para acabar con esta invasión.

¿Y vosotros qué? ¿Habéis leído La guerra de los mundos? ¿Os gusta la literatura de H. G. Wells?

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2 comentarios en “Reseña: La Guerra de los Mundos”

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